Bodensee – Königssee / Radweg

Lo de hacer los Alpes austriacos en bicicleta puede parecer una locura, y creo que lo es ciertamente. En el momento en que se dijo, acabábamos de finalizar el camino a Santiago de Compostela, el cansancio reinaba en nosotros, y la idea surgió seguramente de la animosidad que trae consigo finalizar un buen vino sentados en la plaza de Muros de Nalón, viendo un memorable crepúsculo asturiano. Lo de hacer el radweg que serpentea la Baviera desde el lago Constanza hasta el lago Königssee, en las proximidades de Austria, fue una acertadísima idea que nos permitió saciarnos de un paisaje extremadamente hermoso. Bosques, prados, granjas, animales, puro verde, y pueblitos y pueblos y ciudades, verdadero recorrido arquitectónico por el sur de Alemania, con la cadena alpina de fondo.


vendredi 1 juillet 2011

Départ de Denkendorf – Autoroute jusqu’à Paris



Cuarenta y nueve julios he vivido desde que nací, y éste primero del mes la vida me ha deparado amanecerlo en las coordenadas 48° 41’ 46’’ del Norte y 9° 19’ 04’’ del Este, a 344 metros de altitud en un municipio (Esslingen) del distrito de Stuttgart en el estado de Bade-Wurtemberg. Razón para sentirme ciudadano del mundo, porque por lo general me toca abrir los ojos en un lugar desconocido, que puede o no sorprenderme. Todavía enredado entre las sábanas, el teléfono comienza a sonar. Llamadas y textos. Alix. Susanna, Catherine, Arturo, de Murcia, de Vitoria, y por razones horarias, un poco más tarde de la Isla y de la Florida, y hasta un mensaje de NY. La vie est belle! Copioso desayuno el que ofrece el patrón del Schlüssel. Siento no tener una gorra de recluta cubano para agregarla a su colección. Sobre los muros, fotos de familia en uniforme. Padre e hijo, suponemos. Quitamos el hotel sin ese apuro de las etapas precedentes. No hay prisa para llegar a Paris. El pueblo cuya heráldica lleva inscrita dos D (una por Denken, la otra por Deutsch o por Dorf, no logro saberlo!) de cada lado de una cruz de tipo patriarcal, es renombrado por sus manufacturas de porcelana, y qué mejor ocasión de apreciar y de comprar para hacer regalos como recuerdo de esta etapa alemana. Fuimos directamente a la manufacturera Reutter Porzellan, y qué gusto de tratar con los alemanes!, la patrona de la boutique – fábrica, un encanto, y las piezas, para usar en casa, evidentemente, de una fineza sin par: teteras, tazas, vajillas, y mil bibelots para ofrecer. La voz femenina del GPS nos anuncia la entrada en la autopista 8. Sin límite de velocidad y sin cobro de peaje, las autopistas alemanas satisfacen plenamente a los automovilistas. A pesar de la saturación, la circulación es fluida. Después de Karlsruhe, entramos en la autopista 5 que nos llevará hacia Bühl, Basel y Freiburg, siempre en dirección a Paris. Es impresionante el mundo de las carreteras. No faltan las escaramuzas que hacen frenar la circulación. En ese caso es mejor no curiosear en caso de accidente, porque eso implica otro accidente. Seguimos rodando, en ocasiones a 160 km/h. Pero todo tiene un fin. Alemania se acaba en la frontera que el Rhin impuso entre los dos motores económicos de Europa. El logo del Conseil Général Bas-Rhin nos anuncia que estamos en tierras hexagonales. El cartel señala Strasbourg y Haguenau por la autopista. Nos dirigimos hacia la A4 que es al mismo tiempo la E50. Bordeamos Verdun. Pienso en la guerra del 14, que dentro de tres años tendrá un siglo. Pienso en los hermanos Buttin, en el infierno de las trincheras y las masacres en los frentes de combate. Por la vía Sagrada nos dirigimos a Bar le Duc y Reims. Peaje y limitación de la velocidad. Estamos en Francia. Las autopistas son caras, y menos bien mantenidas que en la vecina Alemania. Faltan 232 kilómetros para llegar a Paris. Antes de Reims, Châlons y un poco antes, St Étienne au Temple. Siempre rodando y pagando la A4. Château-Thierry. Meaux. Y al final de la tarde, Paris. Encontramos una plaza libre en la calle Nollet, a cien metros de la casa. El radweg Bodensee – Königssee es anécdotas y fotos, lo que equivale a historia de caminos. El camino de regreso ha concluido. En el aire queda la incógnita sobre el próximo camino a hacer. El ingeniero es dado a encontrarlos. Yo le hago confianza y prometo, si la memoria me ayuda, a escribir esta aventura de bicicleteros que acabamos de terminar. ©cAc weg2011 

jeudi 30 juin 2011

Denkendorf



Decidimos detenernos en la pequeña ciudad de Denkendorf, y que por casualidad descubrimos que hace parte del itinerario europeo para aquellos peregrinos del norte que van a Santiago de Compostela. Encontramos habitación en el Hotel Schlüssel, en la Mörikestraße de un barrio residencial de cuidadas casas. Sitio tranquilo decorado de pertrechos de caza, gorras y cascos militares, pertenecientes a la colección del patrón del hospedaje. Nos separa de Stuttgart, su aeropuerto. La ciudad se extiende sobre modestas colinas y las casas de rojos tejados se cuelgan por las laderas urbanizadas. Las fachadas respiran el viejo arte de construir. Aprovechamos para regalarnos una soirée gourmande rociada de excelentes cervezas alemanas. Junio descuelga su última hoja del calendario.  El velo negro de la noche tarda en cubrir el cielo de Denkendorf. La fatiga acumulada nos empuja a volver al hotel para preparar el regreso a Paris. ©cAc weg2011 


Freilassing



La lluvia, menos intensa, pero pertinaz, nos acompañó hasta las oficinas de Sixt Rent Car. Freilassing existía y nosotros estábamos allí como dos extraterrestres mojados. Mientras el lugarteniente terminaba la gestión de renta del coche en la oficina, afuera yo ponía orden a los bártulos humedecidos y al desmontaje de ruedas para poder colocar todo en el interior del vehículo. Freilassing quedó como un recuerdo húmedo, como una etapa fácil convertida en galera a causa de la lluvia. El GPS del coche nos indicó el camino a seguir para entrar en la autopista. Una cinta moderna sin límite de velocidad se nos presentó y el coche comenzó a devorar kilómetros y kilómetros para ponernos como etapa y pausa de reposo nocturno, algún pueblo en los alrededores de Stuttgart. ©cAc weg2011 

La traversée de Salzburg


La ruta entre Grödig y Salzburgo la hicimos bajo una pertinaz lluvia con viento que no solo nos frenaba en el avance por su causa sino también nos dislocaba en cuanto al rumbo que tomar. Bajo la lluvia, era difícil de situarse en el barrio por el que pedaleábamos. Nadie a quién preguntarle. No quedaba otra solución que seguir no importa en qué dirección. Las pocas veces que preguntamos fue para saber qué dirección nos llevaba a Freilassing. Pensamos que la ciudad alemana era una ilusión óptica del lugarteniente Wakim. Al momento de un recalmón, sacamos el mapa y trazamos un plan de evacuación urgente usando el río Salzach como punto de referencia. Y no estuvimos errados. Siguiendo el cauce del río, pedaleamos por el Treppelweg, una pista para ciclistas que nos llevó a un barrio residencial desde el cual pudimos alcanzar la Münchner Bunderstraße que una vez llegada a la “frontera” natural entre Austria y Alemania, que es el río Saalach, se convierte en Salzburger Straße. ©cAc weg2011 

Départ de Grödig


La víspera, cayeron sobre Grödig, goterones fríos sin mucha algarabía. La fatiga embelesada por el sueño nos hizo dormir como osos en hibernación y no escuchamos la lluvia caer, pasada la medianoche. Amaneció nublado y brumoso. Como si estuviéramos en China, un mar de nubes envolvía el sur de Salzburgo. La lluvia había cesado al alba. Pero como tigresa del cielo, estaba agazapada en su cubil blanco. Terminamos de recoger los bártulos (el ingeniero es muy desorganizado!) y ya con un pie en los bajos del edificio, la lluvia dijo aquí estoy yo y a llover se dijo… eran apenas las siete de la mañana y nuestra última etapa de pedaleo: dejar atrás Grödig, llegar a Salzburgo, hacer una pausa en alguna plaza y tomar un chocolate austriaco en una terraza, y luego continuar la travesía buscando el eje vial que nos llevara a Freilassing. ©cAc weg2011

mercredi 29 juin 2011

Grödig bei Salzburg


Llegamos a la dirección que nos dieron los muchachos. Haus Susanne, en la calle del mercado. Nos recibe un gato y luego la patrona del lugar. Dejamos las bicicletas contra un muro del parqueo y subimos a instalarnos en una habitación de las pegadas al techo. Limpia, confortable, lo necesario para pasar una noche y preparar la etapa siguiente. De un lado, el campo, los sembrados, el sol martillando sobre las granjas; del otro, Grödig, más bien un confeti de Grödig, rodeado de colinas arborizadas, y por todos lados, monte y montañas, la silueta alpina, farallones rocosos. La tarde fue cayendo en trozos rojinegros y una luz celestial con filos naranjas se adueñó del poniente. Mientras el día dejaba trazas de su paso entre nosotros, la tarde noche se fue instalando en aquel suburbio de Salzburgo, vacío como la botella de un borracho. Tuvimos suerte de encontrar un restaurant abierto (Römerquelle), y allí pudimos apreciar la cocina austriaca y beber la Kaiser tradicional oscura que nos hizo salivar mientras pedaleábamos. ©cAc weg2011 

Anif , nif, nif, nif!


Al cruzar la E55 por un pasaje subterráneo, aparece Anif, templo de la pulcritud y de prados verdísimos, matizados con granjas y hermosas casonas. La parroquial es vetusta y tiene adosado el camposanto. El monumento a los muertos en la guerra es sobrio pero con el colorido natural de los geranios. Lleno mi cantimplora en un hermoso pozo que por su factura data del XIX. El pozo está coronado por un altarcillo en el que aparecen pintados la virgen con el niño. Anif es una mezcla de campo y ciudad. La zona residencial nos lleva a pensar que la urbanización fue construida por los notables salzburgianos para huir del ritmo citadino. Rodamos en la confusión de mapa, rutas y caminos. Y hasta pensamos en buscar un atajo para llegar a Freilassing y dormir allí. Por un camino estrecho donde se levantan sólidas casas de factura moderna, preguntamos, volvemos a preguntar, y nos preguntamos nosotros mismos si los austriacos son así de evasivos! Nos detenemos en la entrada de una vivienda donde acaba de llegar un auto. Dos jóvenes descienden y los interpelamos. No estábamos ni en Anif ni en Grödig. Nos señalaron el camino a tomar y tuvieron la gentileza de contactar un sitio donde pudiéramos dormir, en Grödig. ©cAc weg2011