Bodensee – Königssee / Radweg

Lo de hacer los Alpes austriacos en bicicleta puede parecer una locura, y creo que lo es ciertamente. En el momento en que se dijo, acabábamos de finalizar el camino a Santiago de Compostela, el cansancio reinaba en nosotros, y la idea surgió seguramente de la animosidad que trae consigo finalizar un buen vino sentados en la plaza de Muros de Nalón, viendo un memorable crepúsculo asturiano. Lo de hacer el radweg que serpentea la Baviera desde el lago Constanza hasta el lago Königssee, en las proximidades de Austria, fue una acertadísima idea que nos permitió saciarnos de un paisaje extremadamente hermoso. Bosques, prados, granjas, animales, puro verde, y pueblitos y pueblos y ciudades, verdadero recorrido arquitectónico por el sur de Alemania, con la cadena alpina de fondo.


vendredi 24 juin 2011

On s’installe, nous sommes contents!


Gerard y su esposa en una hora dejaron impecable el studio-pensión y nos acogieron gentilmente. Gente simpática. Y como ya habíamos comido y nos quedábamos en la pensión para recobrar fuerzas que emplearíamos al siguiente día, el propietario y su pequeña hija, además de registrarnos en sus registros, se sentaron a charlar con nosotros, más bien con el ingeniero Elie, capaz de entenderse con los alemanes como pez en el agua! Desde la solana del studio podíamos ver el río, quieto, verdeazul, quietas las barcazas amarradas en sus orillas. ©cAc weg2011

Pausa en el Rosso para apaciguar el hambre

En ese final de tarde, el hambre no se hizo esperar. Pedaleamos hasta el Gasthof y no solamente el precio de una habitación doble resultaba astronómico, sino que estaba completo, según nos dijeron dos ciclistas alemanas que también buscaban hospedaje en la zona. Habiendo ubicado un restaurant italiano, el Rosso, decidimos guarecernos allí, cenar y esperar el momento para llamar a Gerard. Cenamos en una terraza acristalada con la posibilidad de cuidar ciclos y equipaje y tuvimos una respuesta positiva de parte del propietario. ©cAc weg2011

Pensión Schiller

En una callejuela próxima al río había dos o tres pensiones, y se anunciaban ocupadas. Estando detenidos frente a la Pensión de la familia Schiller, indecisos entre seguir la ruta (aventura no aconsejable a esa hora de fatiga matizada con una ligera llovizna) o seguir buscando en los alrededores, nos tropezamos con un vecino de la calle a quién preguntamos si conocía alguna familia que rentara por una noche…. Gerard se presentó y nos dijo, de preguntar en el Huber Schaumstoffe, situado en la colina a la salida del pueblo, y además nos dio su número de celular y de llamarlo en una hora, en caso de que pusiera en disposición un studio del que era propietario, y que nos señaló con la mano. ©cAc weg2011

La búsqueda de alojamiento en Gmund


Al fin, entramos en Gmund. Se impone la búsqueda de una pensión, una zimmer frei o un gasthof, poco importa, hay que reposarse y recobrar fuerzas. Una vez dentro de Gmund, encontrar una habitación libre fue una odisea. Ni un solo cartel anunciando “zimmer frei” vimos, pues quienes alquilan, rentan studios y apartamentos, y eso, no por una noche de etapa, sino como pensión de corta duración, una semana generalmente. ©cAc weg2011

A las puertas de Gmund

En una orilla, lejos, descubrimos los techos de nuestra próxima pausa. Desaparecen los techos y en otra orilla barquitos y mástiles. Sobresale el blanco y un azul como aquel que no me gustaba de la plastilina cuando era niño. Descubrimos la cúpula en forma de bulbo de la iglesia. Otros techos, techos rojos, y otra cúpula, gris, modesta, emergiendo entre los techos. ©cAc weg2011 






Lago a la vista

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Alto. Llegamos a Am Steinberg. Seguimos pedaleando y nos topamos con Bad Wiessee Holz. Desde la granja se domina el lago. Detrás de las montañas, un resplandor anuncia un final de tarde excelente. El ganado pasta y ni se percata que pasamos a escasos metros. Cristo adolorido con la cabeza gacha. Un rivereño le ha sembrado un geranio rojo. El lago se muestra quieto y sin manchas. ©cAc weg2011

Marienstein (olor a tierra mojada)


Un oasis en el meandro boscoso de arroyos y pinos. La iglesia se impone con su torre espigada, aunque no tan alta. Nave central con cubierta rojiza y los muros blancos. El campo de golf, impecable. La hierba reluce bañada por la llovizna reciente. Unos goterones vienen a perturbar nuestro pedaleo. Qué hacemos? La lluvia arrecia y nos cae de frente. No osamos detenernos en la casa del campo de golf. Parece que no hay alma viviente en derredor. A partir de aquí, el camino, que atraviesa la instalación deportiva, se convierte en sendero adoquinado. Bajamos el camino en cuesta. Verde, verde y más verde. Una profusión de verdes. ©cAc weg2011

Sigue el camino boscoso

Un resplandor verde anuncia el término del camino al interior del bosque. Atravesamos un claro y bordeamos un prado y un torrente con fuerza nos incita a la baignade. Del otro lado, el césped fino de un campo de golf. Volvemos a entrar en el bosque. El camino se hace cuesta y nos vemos obligados a caminar bicicleta a la mano. Dos trozos de madera en punta anuncian dos términos. Reichersbeuern y Marienstein. Estamos en una bifurcación y debemos decidirnos por una de las dos indicaciones. El GPS perdió la conectividad con el satélite. Echamos manos al mapa del camino. Pero una cosa es el mapa y otra el camino. Lo decidimos al azar, y seguimos la dirección de Marienstein. ©cAc weg2011

Franja boscosa


Poco después de haber dejado el caserío de Mühl, entramos en una zona boscosa. El bosque es un pinar inmenso atravesado por cientos de arroyos, cañadas y cursos de agua que mantienen un grado de humedad bastante importante. Conviven en ese vasto espacio, la faena maderera y el placer de jugar al golf. Tala y golpeteo de la pelota blanca hasta hacerla desaparecer en un hoyo… Y estamos en un verdadero hueco donde los caminos aparecen y desaparecen a ritmo de aguas en busca de una salida. Algún que otro Cristo en esa maraña vegetal por la que pedaleamos con cierta dificultad. La humedad hace resbaloso el camino, el fango nos acecha e intenta irse lejos en las estrías de nuestras ruedas. De pronto, un árbol caído. Caído por la fuerza de un viento que hubo de escurrirse entre los pinos y los otros árboles. Huellas de una tormenta sin más, pero sentimos el llanto del tronco. Los árboles, como las flores y los animales, también lloran. ©cAc weg2011