Nos detenemos frente a una casa de tres niveles, muros blancos y contraventanas marrones. Detrás de los vidrios de las ventanas, cortinillas también blancas, seguramente bordadas por la dueña de la casa, de hermosos ojos azules, no de ese azul violento que hace huir, sino de un azul noble propios a una mirada tierna. Comienzan a caer las primeras gotas. La patrona nos abre la puerta del garaje y entramos las bicicletas. Uff, zimmer frei, digo para mí, y dejo exhalar un suspiro que traduzco como una jornada fatigosa aunque la haya disfrutado enormemente. Mientras reponemos fuerzas con una buena ducha y ligero descanso, afuera, la lluvia se hace torrencial. Salpica los cristales de las ventanas que dan a la vía principal y nos mantiene en jaque esperando que amaine el temporal. También sopla el viento y empuja la lluvia por la calzada. Anochece. Si esperamos demasiado, no encontraremos un sitio abierto para cenar. Nos envolvemos en nuestras capas y salimos a la calle como dos fieras hambrientas detrás una presa. La presa, un chalet convertido en restaurant y nombrado Café Weinltube, como reza en el decorado del muro entre los dos niveles de contraventanas azules. La noche en Trauchgau, quieta y silenciosa, habiendo la lluvia dejado ese sabor a tierra fresca, a tierra mojada, que penetra en los huesos y hace soñar que estamos lejos del lugar donde en realidad pernoctamos. ©cAc weg2011
Bodensee – Königssee / Radweg
Lo de hacer los Alpes austriacos en bicicleta puede parecer una locura, y creo que lo es ciertamente. En el momento en que se dijo, acabábamos de finalizar el camino a Santiago de Compostela, el cansancio reinaba en nosotros, y la idea surgió seguramente de la animosidad que trae consigo finalizar un buen vino sentados en la plaza de Muros de Nalón, viendo un memorable crepúsculo asturiano. Lo de hacer el radweg que serpentea la Baviera desde el lago Constanza hasta el lago Königssee, en las proximidades de Austria, fue una acertadísima idea que nos permitió saciarnos de un paisaje extremadamente hermoso. Bosques, prados, granjas, animales, puro verde, y pueblitos y pueblos y ciudades, verdadero recorrido arquitectónico por el sur de Alemania, con la cadena alpina de fondo.
mercredi 22 juin 2011
Haus Helmer en Trauchgau
El gato agrisado (o desamparo en Halblech)
Un rato después atravesamos Bayerniederhofen, entre Berghof y Buching. La iglesia en lo alto de una colina verde, guardiana de la fe y de las vírgenes doradas y otros santos diseminados por el camino. En el mismo sitio, otra iglesia, y otra más, también blancas y de cúpulas bulbosas. La inmensidad del verde cubriendo cada metro cuadrado. El rojo de los tejados, mate sin destellos. El camino saliendo de Bayerniederhofen nos lleva directamente a Halblech, un barrio de casas altas, tranquilo, sin vida en las calles, salvo la de un gato agrisado que nos recibe y hace todo por atraer nuestra atención. No encontramos ni rastro de una “zimmer frei” en el sitio y seguimos adelante, por el sendero que nos lleva a Trauchgau. ©cAc weg2011
Schwangau village
Alejados del parque, las torres nos siguen mientras pedaleamos. Penetramos en Schwangau, el kilometraje marca 135 km desde que iniciamos el camino. Avanzamos por campos recientemente trabajados y bordeamos una masa lacustre enorme, el lago Bannwald, cubierto de bejucos, enredaderas y muchas otras plantas acuáticas que le dan una belleza sin par cuando la luz se va degradando entre espejo cielo y tarde mojada. ©cAc weg2011
Los castillos de la ruta romántica
El Lech, cruce y bordeo
Cruzamos el río Lech por el puente Lechhalde. Del otro lado, mientras bordeamos la cinta fluvial, se imponen los techos de iglesias y monasterios. El tiempo se ha enfriado un poco y rodamos buscando la salida de la ciudad por la ruta romántica que nos llevará a los parajes arbolados donde se levantan sus castillos. ©cAc weg2011