Bodensee – Königssee / Radweg

Lo de hacer los Alpes austriacos en bicicleta puede parecer una locura, y creo que lo es ciertamente. En el momento en que se dijo, acabábamos de finalizar el camino a Santiago de Compostela, el cansancio reinaba en nosotros, y la idea surgió seguramente de la animosidad que trae consigo finalizar un buen vino sentados en la plaza de Muros de Nalón, viendo un memorable crepúsculo asturiano. Lo de hacer el radweg que serpentea la Baviera desde el lago Constanza hasta el lago Königssee, en las proximidades de Austria, fue una acertadísima idea que nos permitió saciarnos de un paisaje extremadamente hermoso. Bosques, prados, granjas, animales, puro verde, y pueblitos y pueblos y ciudades, verdadero recorrido arquitectónico por el sur de Alemania, con la cadena alpina de fondo.


dimanche 26 juin 2011

Altenbeuern (otra amazona rubia)


Tampoco en Altenbeuern había indicios de vida. Se puede ir caminando hasta Neubeuern, y eso parece que hicieron sus habitantes, atraídos por el humo de la parrillada. Casones enormes, de tres niveles, con balcones finamente trabajados en maderas locales. Techos a dos aguas, las contraventanas abiertas y la intimidad interior de las casas apaciguada por neblinosas cortinillas. Todo inmaculado. Jardines y cuidados céspedes. Alguna que otra planta trepadera insistiendo subir por los muros, si estos seguían como desnudas piedras. Un chico espera a su padre que camina hacia él. Ambos vestidos tradicionalmente. De seguro que harán camino hasta la fiesta. No necesitamos preguntar el camino a seguir. En un poste, el logo del camino nos señalaba de salir del pueblito siguiendo la calle por la que íbamos. En bordura de un prado cuidadísimo, Cristo infatigable. Del otro lado, un gallo de roja cresta nos sigue con esa manera gallística de mirar y hacer como que no mira. La iglesia es vetusta, empinada hacia el cielo, su torre y el techo de su nave central. El camposanto desborda de cruces y jarrones con flores. Hay geranios sembrados, y un Cristo protege el alma de los difuntos. Al acercarme me doy cuenta que hace parte del monumento a los caídos en las contiendas que asolaron Europa en la primera mitad del XX. En un patio, la vedette del lugar: una chiva que berrea, encaramada en una piedra. Dos patos pasan sin hacer caso a la chiva y nos cruzamos una bonita muchacha que entra al pueblo después de haber cabalgado toda la mañana en su hermoso alazán. Dejando Altenbeuern, otro Cristo. Es fuerte la religiosidad en esas tierras de Baviera. Nosotros apretamos el ritmo de pedaleo cuando ya el mediodía ha pasado. ©cAc weg2011

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